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Dependencia y cooperación entre los sentidos

Dependencia y cooperación entre los sentidos

A finales de los años setenta del siglo XX, el FBI contrató a Sue Thomas y a otras ocho personas sordas para que analizaran huellas dactilares. Razonaron en el Bureau que a los sordos podría resultarles más fácil mantener la concentración en esta pesada tarea, que exige gran atención y meticulosidad. Pero a Thomas, ya desde el primer día, el trabajo le resultó de una monotonía insoportable. Tan repetidas fueron sus quejas a sus superiores que estaba dispuesta a ser despedida y quedarse sin el empleo, cuando su jefe la convocó a su despacho para una reunión con otros agentes.

Thomas no fue despedida. Diríase que, en cierto sentido, fue ascendida. Los agentes le enseñaron un vídeo que mostraba la conversación de dos sospechosos; le pidieron que descifrase sus palabras. En anteriores ocasiones, los agentes habían observado la gran destreza de Thomas para leer de sus labios lo que ellos decían. Y, como suponían sus colegas, Thomas interpretó fácilmente el diálogo de los sospechosos, que los implicaba en un círculo de apuestas ilegales. Así comenzó la carrera de Thomas como primera experta sorda en lectura de labios.

Toda una vida dependiendo, para poder comunicarse, de la lectura de palabras en labios ajenos, había afinado hasta el virtuosismo la destreza de Thomas. Pero también todos nosotros dependemos de un talento similar, y en mayor medida de lo que pensamos. En efecto, nuestra capacidad para entender el habla mengua, si no alcanzamos a ver los labios del hablante, especialmente en ambientes ruidosos o cuando el hablante tiene un fuerte acento que nos resulta extraño.


En síntesis


En el pasado, la neurología entendía el cerebro como una navaja multiusos, dotado de regiones diferenciadas, dedicadas exclusivamente a las distintas formas de percepción que ofrecen los sentidos, como la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.

Estudios de psicología y de neurociencia realizados en los últimos treinta años han revelado que el cerebro es un órgano multisensorial, que conjuga sin cesar los datos que le envían los diversos sentidos.

La revolución multisensorial no se ha limitado a cambiar la comprensión del funcionamiento cerebral: ha propuesto nuevas formas de ayudar a ciegos y sordos, así como perfeccionar los programas de reconocimiento del habla.


Fuente: INVESTIGACIÓN Y CIENCIA por Rosenblum, Lawrence D.